Adiós casa, hola hogar
Samanta:
Entre
en la casa lo más silenciosamente posible. Pero no contaba con el maldito perro
de Bruno.
—shhh…
—me apresure a la cocina pero el perro me siguió —maldito animal cállate de una
vez, vas a despertar a todos
—Samanta
—mierda, Andrés estaba en la cocina —¿acabas de llegar?
—buenos
días —salude y le di una patada al perro, se fue corriendo asustado, sonreí
—hasta más tarde —me despedí
—espera,
tenemos que hablar
—¿no
es muy temprano para una pelea?
—¿Quién
va a pelear?
—por
favor Andrés, siempre que me dices tenemos
que hablar —imite su voz —terminamos peleando
—¿Qué
es esto?
Mierda,
encontró mis pasajes de avión.
—Samanta
—¿Cuándo
llego?—me cruce de brazos tratando de parecer molesta—¿Por qué abres mis
cosas?
—no
Samanta la pregunta aquí es ¿Por qué tu hermano te envió estos pasajes?
—porque
se los pedí y antes de que preguntes, sí, sé que tu no vas a venir con nosotros
—te
equivocas —me señalo con los pasajes —tú vas con nosotros a Argentina
—pero
no quiero
—lo
harás y…
—no
me quedare a oír esto —salí de cocina con Andrés pisándome los talones
—¡detente!
Lo
ignore y abrí la puerta principal, pero como siempre Bruno estaba ahí. Me tomó
por el brazo, con fuerza.
—suéltame
—tire de mi brazo tratando de liberarlo —déjame ir, Bruno
—suelta
a tu hermana —pidió Andrés
—no
sé porque la consientes tanto —gruño Bruno, pero no me soltó —hace lo que se le
da la gana y tu no le dices nada, ¿hasta cuándo?
—Bruno,
deja ir a tu hermana
Antes
de que Bruno pueda reaccionar Sebastián lo empujo lejos de mí.
—¿estás
bien? —inspecciono mi brazo viendo el moretón —aléjate de mi hermana, —amenazo
—no la vuelvas a tocar, como te atrevas a…
—basta
los dos —Andrés de paro entre nosotros y señalo a la casa —adentro ahora y tu
—me señalo —tenemos que hablar
—no
tengo nada más que decir —me cruce de brazos —quiero ver a papá
—yo
soy tu padre
—cálmate
Darth Vader —me burle —ya sabes de quien hablo
—Samanta…
—tendré
dieciocho en un par de años y podre irme lejos y no volverás a verme en lo que
te quede de vida —era mi amenaza recurrente —y sabes que no puedes hacer nada
para impedírmelo, mira lo que paso cuando trataste de detener a Mateo —su pecho
subía y bajaba y su respiración era fuerte, estaba molesto lo que no era
novedad para mí —solo piénsalo
—solo
será por las vacaciones —tomo todo de mi no saltar de alegría —y estarás en
casa de mi hermana —genial, tía Catalina nunca fue un problema —y tus hermanos
irán contigo
—¿todos?
—sí
Samanta, todos tus hermanos y cuando termine lo que estoy haciendo aquí iré a
verlos y juntos iremos a Argentina
—no
lo dejaras ir fácil ¿verdad? —sonreí de lado —acepto
Se
dio la vuelta y entro en la casa. Bruno no era parte de mi viaje pero que
importaba.
Llame
a Mateo.
—hermanito
—cante alegremente
—Sami,
¿Qué paso esta vez?
—Qué
poca fe me tienes, hermanito —rio —adivina ¿Quién va de viaje a casa de tía
Catalina?
—te
saliste con la tuya otra vez
—¿te
sorprende?
—la
verdad no —oí alguien en el fondo y me sorprendí cuando hablaron —hola pequeña
—¿David?
—sonreí —¿Qué haces hay?
—extrañándote
—visítame
—¿eso
es una invitación?
—tómalo
como quieras, pásame a mi hermano
—te
veré pronto, pequeña —oí a Mateo regañándolo —estaré en casa de tía Catalina
solo llámame y avísame cuando lleguen yo deberé llegar un día antes
—entonces
te veo en unos días,—cuando entre a casa Bruno estaba parado en la escalera,
esperándome —te llamo después
Colgué
sin espera respuesta.
—como
siempre te saliste con la tuya —aplaudió —felicidades
—gracias
—hice una burlona reverencia
—papá
nunca debía haberte traído a casa con nosotros
—eso
es algo en lo que siempre estaremos de acuerdo —trate de pasarlo pero me
sostuvo por el brazo —¿Por qué me molestas?
—tú
eres una molestia
—entonces
mantente alejado de mí, no te me acerques, no me hables —sisee —has como yo,
que te ignoro, a menos que tú me molestes primero
—¿Cómo
puedo ignorarte si papá no para de hablar de ti?
—no
es mi culpa
—claro
que es tu culpa —me acuso —si solo hicieras lo que te dicen
—no
soy como tu
—eso
es obvio, —me jaloneo —tu eres una malcriada, y nos es por nuestra causa, eres
una desconsiderada…
—basta
ya Bruno, yo estaba bien en casa de mi padre
—¡¿tu
padre?!
—si
Bruno, él es mi padre para mí él es y será, siempre, MI PADRE
—lo
lastimas —me detuve —siempre que hablas así lo lastimas, tal vez no te importe
a ti, pero a nosotros nos importa
—¿nosotros?
—sí,
princesa de hielo, a Sebastián y a mí nos preocupa papá —tomo mi rostro en sus
manos y me miro a los ojos —porque aunque a ti no te guste él es NUESTRO PADRE
—yo
no quería venir aquí
—lo
sé
—entonces
¿Por qué me obligaron?
—porque
te amamos
—¿me
amas?
—aunque
no lo merezcas
Me
aleje de él, era raro entre nosotros llevarnos bien. Mejor subí buscando a
Sebastián.
—Tian
—llame a mi hermano —Sebastián ¿Dónde estás?
Me
metí en su habitación y me tire en su cama. Inhale profundamente, la colonia
que le regale en navidad era parecida a la Lucas. Me gustaba meterme en su
habitación a olerla.
Cerré
los ojos y recordé el último día que olí la original. La esencia de Lucas.
Me tumbe en la
cama de Lucas, lo extrañaba mucho y me ponía en verdad triste que él tenga que
irse después de las vacaciones. Cerré los ojos y aspire el aroma del perfume de
Lucas.
Unos molestos
golpes en la puerta me alejaron de mi ensueño. La puerta se abrió y unos
minutos después los gritos empezaron.
Sebastián
apareció en mi puerta.
—¿Qué pasa?
—me encogí de hombros y juntos nos acercamos a la escalera —¿será mamá?
—espero que no
Sentimos que
subían las escaleras y retrocedimos un paso cuando la última persona que
esperaba ver apareció.
—hay están
—aléjate de
ellos —papá se apresuro pero un policía lo detuvo —¡suélteme!
—papi —trate
de acercarme a él pero me sujetaron del brazo —déjame, papá ¿Qué pasa?
—Samanta
mírame —me gire hacia la voz —debes venir con migo
—no quiero
—debes
hacerlo, hablaremos cuando lleguemos a casa
—¡esta es mi
casa! —grite —¡TIAN!
Sebastián
estuvo a mi lado enseguida.
—¿Por qué la
policía está en la casa? —Brian y Mateo llegaron en el peor momento —usted es
Andrés —señalo
—Mateo, que
bueno que estés aquí
—Mateo no te
acerques, —apreté a Sebastián en un abrazo —él nos quiere lastimar
—Samanta no
asustes a tu hermano
—papá debemos
irnos —Bruno también estaba aquí
—no dejare que
los alejen de mi —papá trato de parecer calmado pero sus manos temblaron —su
madre vive aquí y ella tiene la custodia de ellos tres
—su madre ya
no vive aquí —corrigió Andrés —y yo obtuve la custodia de mis hijos y me los
llevo
Hicieron
falta unos tres policías para lograr subirme a un auto y ser sacada de casa. No
le he podido perdonar a Andrés el haberme sacado de mi casa y no le puedo
perdonar a mamá el habernos dejado.
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